jueves, 26 de febrero de 2015

La fina línea entre 'ultra' y 'aficionado'

Una pena, una verdadera pena tener que dedicar un post a este concepto pero, lamentablemente, lo veo muy obligatorio en estos días en el que el nombre del Real Betis Balompié se ve ensuciado por una panda de desanimadores.

Para el que esté despistado, me refiero al lamentable episodio en el que un grupo de ultras ubicados en el graderío sur del Benito Villamarín emiten un deleznable cántico que ensalza los presuntos malos tratos de los que se le acusa a Rubén Castro, delantero canario del equipo verdiblanco, insultando a la presunta víctima y ex pareja del jugador.

Dado que mi campo no es el derecho y desconozco en gran parte la legislación en torno a estos temas, no entraré en consideraciones personales y me ciño simplemente a plasmar el sentir de, según mi opinión, la mayoría de los aficionados béticos.

En los días posteriores a que saltara la chispa, dígase, que todos los medios locales y nacionales se hicieran eco y dieran una publicidad menos que merecida a este grupo y a este deplorable comportamiento, hemos tenido que leer acusaciones en las que se nos tacha a todos los béticos de apoyar la violencia de género e incluso de ejercer de cómplices de estos individuos al permitir los cánticos en el estadio. 

Lamentablemente, en el fútbol se suceden episodios que nada tienen que ver con la magia del balompié. Si el pasado 30 de noviembre, lamentábamos la muerte de un aficionado gallego a manos de un grupo de desalmados y nadie llamaba "asesinos" a los atléticos que acuden cada dos semanas al Calderón a animar a su equipo, no entiendo cómo son capaces de generalizar y eliminar esa fina línea que diferencia a 'ultra' y 'aficionado' en el mundo del fútbol y acusarnos a todos los béticos de apoyar una de las principales lacras de nuestra sociedad como es la violencia contra las mujeres.

Creo disponer de un amplio conocimiento sobre los grupos ultra más populares, ya sea porque en torno a ellos, estructuré mi trabajo académico de fin de Master y, si algo me quedó claro es que, en muchos casos, estos grupos perjudican más que benefician a los equipos.
Está claro que su labor de animación es, en la mayoría de las ocasiones, admirable y fundamental, pero no podemos permitir que los miles de kilómetros que se recorren para que luzca una bandera verdiblanca en las gradas de cualquier recóndito estadio de la segunda categoría se vean ensuciados por un grupo de energúmenos que no sólo no sienten amor por su equipo sino que, además, carecen de cualquier tipo de respeto por las personas e incluso por el resto de aficionados.

Dentro de este post no quiero tampoco dejar hueco para los posibles intereses ocultos que han motivado este acoso a toda la sociedad bética en general olvidando que el comportamiento reprobable no debe generalizarse a una afición ejemplar. Tampoco entro en la manipulación que creo que están ejerciendo los medios de comunicación utilizando la imagen según les conviene. Utilizo esta entrada para desahogarme en este lugar a título personal y nada más. 

Resumiendo, yo soy bética, muy mucho, y me avergüenzo de que un grupo de energúmenos ensucien el nombre del club de mis amores cuando no tengo por qué hacerlo. ¿Que por qué? Porque algo que daña al Betis no es el Betis por muchas banderas y muchos decibelios que acumulen en cada encuentro. ¿Cómo es eso que se oye últimamente? ¡Ah, sí! Que no, que no, que no nos representan. Pues eso. 

¡QUE VIVA EL BETIS!


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